Mentoría docente en Chile: necesitamos avanzar

Por: Bernardita Yuraszeck, directora ejecutiva, Fundación Impulso Docente.

Opinión 22/03/2022 guillermo salgado guillermo salgado
Bernardita Yuraszeck(2)

Por estos días se cumplen seis años desde que se promulgó la ley que creó el Sistema de Desarrollo Profesional Docente. Como país, decidimos priorizar y comprometer recursos significativos para que, de manera progresiva, implementáramos mejoras no solo en las remuneraciones de profesores y educadoras de párvulos, sino también en las prácticas pedagógicas orientadas a mejorar la calidad de los aprendizajes de todos nuestros estudiantes. 

Así, junto con el aumento de las horas no lectivas, se declaró la necesidad de impulsar un cambio cultural en las escuelas donde, entre otros elementos, se estableció como derecho que los docentes nóveles o principiantes contaran con un proceso de inducción, acompañados por un “mentor” docente con más experiencia.

Como toda política pública, parte importante de su éxito se juega en la implementación, y el sistema nacional de inducción no es la excepción. Según cifras del Ministerio de Educación, desde que se puso en marcha la ley 20.903, más conocida como Carrera Docente, han sido formados como mentor, —esto, mediante la beca del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP)— un total de 1.812 docentes y 505 educadoras de párvulos, con una inversión del Estado que alcanza los $1.602 millones. 

En el actual contexto de pandemia, en el que comenzamos un tercer año escolar en medio de una crisis sanitaria, este número de mentores docentes y educadoras de párvulos sin duda es esperanzador y representa un importante avance para el sistema educativo, ya que existe evidencia contundente que respalda que los procesos de mentoría movilizan de forma importante los aprendizajes en las comunidades educativas y, por tanto, de nuestros estudiantes, algo crítico de acuerdo a los últimos diagnósticos nacionales.  

Sin embargo, y es importante detenerse en ello, las cifras del Mineduc muestran la existencia de una importante brecha entre el número de profesores formados como mentor y los docentes “principiantes” que han sido acompañados por dichos mentores: desde que se implementó la ley, han sido acompañados solo 263 docentes y 16 educadoras de párvulos nóveles. 
Tomando en cuenta esta significativa brecha, y que el país tiene un desafío enorme en cuanto a la deserción y déficit proyectado de docentes, es crítico avanzar hacia una siguiente etapa y generar un compromiso transversal entre el Estado, sostenedores, directores y docentes para priorizar la correcta implementación de este proceso de inducción y, en muchos casos, darlo a conocer. 
Esta política pública no solo abre una oportunidad formal, y con recursos comprometidos, para que docentes con experiencia transmitan aprendizajes a aquellos que están partiendo, sino que es una herramienta muy valiosa frente al retorno a las clases presenciales, ya que fomenta la colaboración y tiene un impacto directo en el bienestar y la estabilidad organizacional de las escuelas y jardines infantiles. Aprovechemos aquello que tenemos. 

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